viernes, 2 de noviembre de 2012

Reencarnaciones

Recuerdo una de mis primeras reencarnaciones
pintando escenas de caza en la Cueva de Altamira.
En la Antigua Grecia, estuve en el Liceo de Aristóteles,
donde aprendí que para discutir hay que hacerlo caminando.
Cuando viví en Israel acompañaba a Jesús cuando predicaba
a los cuatro vientos y fui testigo cuando resucitó a Lázaro.
También en el oriente fui un entusiasta discípulo de Buda
y sigo meditando desde aquella época.
Todavía recuerdo que en la Edad Media sufrí los castigos
de la Santa Inquisición por rebelarme a la verdad divina.
Luego trabajé en el taller de Leonardo da Vinci  
y formé parte del equipo que proyectó el primer submarino.
Yo acompañé a El Quijote en sus fabulosas andanzas
y me encantó cuando peleábamos contra los molinos de viento.
Durante la primera guerra tuve amoríos con Mata Hari
y lloré su trágica muerte acusada injustamente de espionaje.
Finalmente asistí a los cursos de física de Einstein
y desde entonces asumí que todo es relativo en la vida.

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